miércoles, 5 de junio de 2013

Junio Mes de las Historias: "Entrelazadaylazada"




Entró junio y se viene el invierno. Rescaté mis agujas de tejer del cajón donde guardo "...aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas", y entre lazada y lazada y con Serrat de fondo, te cuento una historia...

 "De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas,
y nos sentimos en buenas manos. 

Se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela."


  Ella tenía apenas 18 años. No se creía bonita porque sus formas ondulantes y generosas no respondían a los cánones de vientres planos y piernas largas de Barbie que se imponían entonces y ahora. Pero tenía una cara muy singular y vistosa, alunada y alunarada, de ojos grandes y marrones, cabello largo, castaño, con reflejos rubios que se hacían dorados cada verano bajo el sol de alguna playa y una sonrisa dulce y tímida. Había aprendido de otros amores adolescentes a jugar con fuego sin quemarse. Pero este hombre, 11 años mayor que ella, la marcó a fuego.

  Entró por la puerta grande de su casa una noche tibia y estrellada de diciembre junto a un grupo de colegas jóvenes de su papá. Eran todos médicos residentes que querían a su jefe y venían a su casa a compartir el consabido asado de fin de año. Él vino sin vino pero con su guitarra a cuestas sobre su larga y algo desgarbada figura para embriagar a las hembras en celo de postre. Ella clavó sus ojos en su afilado rostro de pequeños, solitarios y risueños ojos verde profundo como el Atlántico sur, su cabello renegrido y su nariz aguileña, ya de hombre, marcada por un acné que había pasado ya para ambos, y en su voz descubrió la bella y honda poesía del poeta catalán que la enamoró como él, esa misma noche. Sacó ella también su viola y escondió su silueta aguitarrada detrás de ella para enamorarlo con su tímido rasgueo y su voz temblorosa de saberse descubierta como "una mujer desnuda y en lo oscuro" . Desde entonces, en sus días eternos de adolescente enamorada, "no hizo otra cosa que pensar en..." él, imaginar encuentros posibles en las cercanías del hospital al que se iba a dar una vuelta llevando como camuflaje cómplice a su mejor amiga y compinche, 3 años menor que ella,"dos pájaros de un tiro", para simplemente verlo entrar o salir de la guardia los días en que sabía que le tocaba, deseando el "hoy puede ser un gran día" y así se lo planteaba. Se colaba en los partidos de tenis para hombres en el club, y hasta empezó a tomar clases y se compró todo el atuendo para poder jugarle una partida a ese partido que nunca fue.

"De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo."

  Ese verano sus padres eligieron una playa de la costa argentina como destino bajo el sol. Se le partía el corazón de sólo pensar que no le vería por tantos días, aunque eran unos escasos 10. Pero su sorpresa fue inmensa y le reventó la ilusión en el estómago, lleno de mariposas, cuando supo que él vendría también. "¿Cómo amigo de la familia, hijo mayor adoptivo o como pretendiente en plan de concretar en la playa?" No lo sabía bien, aunque bien sabía lo que deseaba. Jugaban al ajedrez después de la cena compartida, aunque era una partida difícil, que llevó noches que se inundaron con la marea del tedio por la inconcreción y el deseo que ella ahogaba en el mar de día, al que llegaba caminando temerosa e insegura, con su vergüenza enfundada en su enteriza, mientras las demás lucían sus vientres planos y huesudos en sus mini bikinis que siempre la hicieron sentir menos. Él le dijo entre mate y mate un atardecer en la playa que eso se arreglaba con gimnasia, y a ella se le soltó la sexta cuerda, la bordona, y la guitarra se destempló por largo tiempo, porque se dio cuenta con apenas 18 años de que la gimnasia que deseaba hacer, ahí no más, detrás de los médanos, había sido descartada de plano por resultarle muy gruesa a él también. Justamente "tú que tanto has besado, tú que me has enseñado, sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado".

  Se encontró al día siguiente con dos adolescentes a quienes había conocido el verano anterior en otra playa pero junto a un río de sierra. Eran hermanos varones, híbridos y pesados, pero le insistieron con salir para ir a jugar pool y a tomar algo en algún pub del centro esa misma noche. Se calzó la ropa que había traído especialmente para cuando él la invitara y se fue con ellos. Y sus profundos ojos vedes quedaron clavados en su espalda mientras se alejaba a aburrirse con los dos plomos: "Penélope con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo". Al día siguiente, él dijo estar descompuesto, embolsó sus 3 prendas y se tomó el micro de vuelta a la ciudad. Ya nunca nada fue igual. Dejó de frecuentar su casa, y ella siguió su camino, estudiando, esperando encontrar y sin hacer ninguna gimnasia. "Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks..."

  A los 3 años de aquel verano se enteró de que había formalizado con una doctorcita recién aterrizada en la sala. Se le llenó la yugular de celos, verdes como sus ojos verdes, esos que habían recorrido tantas veces su geografía corpórea y etérea y la habían abandonado por ser muy ancha o muy verde, quién sabe ya. O por falta de coraje a pesar de ya ser hombre. Con ella había tirado el rey en su partida de ajedrez, pero esta recién llegada, delgadita y muy aireada, le había dado jaque y se lo llevó hasta el altar. Se casaron un abril en la Basílica del barrio. Ella no fue invitada a la "Fiesta", sólo sus padres. Se quedó ese sábado en casa mirando alguna película y masticando impotencia, más celos e ira. Entre iglesia y salón, se aparecieron sus padres con los padrinos de boda, que hacían un alto en su casa para ir al baño. Gente simple, de manos grandes y un tanto fuera de juego en sus atavíos de boda. Podrían haber sido los suyos, sus suegros, y aquella su casa y su baño. Pero no fue. 

 "De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla."

   Pasó vida bajo el puente. Tuvo 2 hijos varones, una casa y un buen auto. Hizo carrera y siguió jugando al tenis en el mismo círculo pero con otros tipos, y "entre esos tipos y yo hay algo personal". Un día ella se lo encontró por la calle yendo al trabajo, justo a una cuadra de su casa de casado, y se vieron distintos. El ser padres y el Amor los habían cambiado a los dos. Vaya a saber qué pensó, no se lo cuestionó. Estaba feliz con lo que la vida le había regalado después de tanto esperar. Y lo sigue estando.


  El 30 de mayo pasado se levantó tempranito a preparar una vela para soplarle a su hombre, que cumplió sus 45. Fue un día de trabajo como tantos, pero con torta y champagne, hubo blogueo matutino, corrección y diseño de evaluación. Llegó cansada al trabajo y en el camino cayó: se tragó un cordón y se raspó la rodilla que en un faldón enfundó para el festejo posterior. Quedo machucada y dolida, un tanto entumecida, pero disfrutó de sus clases y la cena afuera en familia, con regalos y una breve pero intensa sobremesa. Y a la mañana siguiente, un llamado extraviado la extrañó. Marcó el número del identificador de llamadas porque era el de su casa, el que conservan sus padres aunque ya no viven en ella. Se quedó pasmada al saber que él se había apagado, de un infarto masivo, en plena cancha de tenis y alrededor de la misma hora en la que ella había tropezado, y no hubo nada que hacerle. Su madre se lo contó con lágrimas en la voz: "No la educó, ya me hago cargo, pa' un soñador de pelo largo. ¿Qué le va usted a hacer, señora?" 

  Una muerte a destiempo, inesperada, aunque después del velorio, al que ella no asistió, porque siempre la espantó y porque esperaba encontrarlo en alguna otra ocasión, similar pero mejor por ley natural, se supo que andaba fumando mucho y un tanto desencantado con lo que el destino le había deparado. Murió a los 55, dejando viuda y dos hijos ya veinteañeros, en el mismo día en que ella celebró el aniversario 45 del nacimiento de su Amor. Esas cosas de la vida que no le parecen casuales, porque es mujer de corazonadas, de caídas que levanta y de silueta aguitarrada que por fin luce encantada gracias al cuarentón, que le enseñó, entre tantas cosas, a mirarse con los ojos del verdadero Amor. Recuerdos que se entrelazan entrelazadaylazada. "Nunca es triste la verdad... lo que no tiene es remedio."

"De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza..."


   " De vez en cuando la vida", Joan Manuel Serrat.



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