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domingo, 28 de febrero de 2021

Miedo en pandemia


 
"No tengas miedo", te dije,

y te tomé de la mano, 

como cuando, por el miedo, 

no conciliabas el sueño

y yo me quedaba velando...


¡Qué estupidez dar la orden

de no temerle a ese monstruo,

como si algún humano sensato

pudiera así controlarlo!


Ese linyera sin ojos,

oloroso y desdentado,

que carga con bolsa de yute

y la lleva bajo el brazo


va por los niños de noche:

es "el Señor de la bolsa",

con quien a tantos aún nos corren,

y es implacable de noche.

 

Y, de grande, te atormenta

con ansiedad, con insomnio,

palpitar de boca seca,

y hasta en el alma temblores.


Yo sólo puedo decirte

que ese miedo nos habita

y tenemos que enfrentarlo:

¡aquí te ofrezco mi mano!

 

 

Para derribarlo juntas,

para, con velas, quemarlo,

para sacarle la lengua

y para, juntas, reírnos


de su siniestra presencia

que hoy reina aquí en nuestra tierra,

tras nuestros barbijos COVID,

y hasta el confín de la tierra.

 

Mirá a tu hermano, hija mía,

con su remera del Diablo,

parece transfigurado,

de San Ignacio colgado

 

descubriendo su coraje

al soltar la mano de ese

que lo tenía enjaulado

y haciendo brillar su rostro

en la luz de su trabajo.


A boca de jarro

lunes, 11 de enero de 2021

Va de Bautismo

Bautismo de Cristo, Mosaico del Baptisterio de Rávena. Siglo V d.C.


Para Pablo

    

     Ayer en la liturgia cristiana se celebró el Bautismo de Jesús en manos de su primo Juan El Bautista, un hippie, un loco lindo que andaba descalzo, cubierto en pieles y se alimentaba de langostas en el desierto esperando y anunciando a grito pelado que venía uno a quien él no era digno de atarle las correas de sus sandalias de pescador de hombres. 

En la lectura de ayer del Evangelio de San Marcos (1,7-11), Jesús se nos presenta como uno más en las filas de los ignotos que hasta hoy lo seguimos enardecidos por su testimonio y su palabra de vida, luego de 30 años de bajo perfil como asistente carpintero de un José ya entrado en años, para ingresar a una vida de exposición pública entre pescadores y pecadores, enfermos, chorros y prostitutas, gente de baja estofa, una vida que solo le dura 3 años y que termina en su crucifixión, pedida por la muchedumbre que lo había recibido con palmas en alto en su entrada triunfal a Jerusalén para luego dársele vuelta y elegir salvar al ladrón de Barrabás ante un Poncio Pilato que - como buen político romano - , se lava las manos y hace que otros se las manchen con la sangre de un inocente. 

¡Qué bien me cae este hombre, Jesús, “El Barba”, como lo apodan mis hijos bautizados y peleados con su identidad intachable - fanáticos de los influencers de Instagram y los youtubers que desearían encarnar... -, por culpa de una iglesia que peca por su humanidad y sobre la cual se generaliza bestialmente, pagando así justos por pecadores, una vez más. ¡Este Jesús me cae cada día mejor! ¡Y el Bautista me encanta! Terminaron uno peor que el otro... ¡Qué mundo  este, che!

Cabeza de san Juan Bautista. José de Ribera. 1644.


En este soberbio pasaje bíblico en pleno río Jordán, se nos pinta a un hombre adulto ya, fiel a sí mismo y seguro de su misión, ungido del Espíritu que lo enciende en medio del agua bajo el manto blanco de la paloma que lo cubre desde el aire y que le da alas para volar con los pies descalzos y firmes sobre la tierra, un Espíritu al que hoy en nuestra híbrida posmodernidad llamaríamos “intuición” o “inspiración”, un fuego que lo conduce sin ruta fija ni brújula a cada paso, hasta cuando - como nosotros tantas veces en nuestras vidas adultas -, se enfrenta a una tormenta en una barcaza llena de tipos que entran en pánico, o como cuando se adentra en el desierto y afronta por elección propia y vence a la tentación de lo fácil, de lo que brilla, de lo que nos hace mal porque se nos ofrece siempre a cambio de la propia dignidad, que es el precio más alto que pagamos por esas ofertas que tanto nos tientan a cada paso…

Jesús encarna los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Y me quedo con la figura del primo, porque yo me reencontré con uno mío, profeta del árbol mío, que me pasa letra, que es fuego de inspiración, agua de consuelo, tierra de sueños a concretar juntos y aire donde echar a volar a donde nos lleve nuestra misión. Y me quedo, sobre todo, con las palabras centrales del texto de Marcos de la liturgia de ayer: “Tú eres mi hijo amado”: palabras que todos deseamos escuchar y vivenciar de nuestro propio padre y madre o figura paternante, aunque no a todos nos sucede. Por eso amo a este Padre en el cielo que me habla así a mí, a este Jesús que me limpia las heridas con su bautismo, que me enciende en fuego vital, que me da alas para andar por el aire de mi tierra y las aguas de mi jarro, y a este primo y hermano del alma mía que me ha venido a rescatar de otro de tantos de mis desiertos existenciales y que hoy me colma de gratitud.


Raúl, gato de mi primo Pablo.


A boca de jarro

domingo, 6 de diciembre de 2020

Efervescencia

     
Para mis sobrinos

      Era un día de un calor de locos y sólo daban ganas de saciar la sed. Le pregunté si prefería la gaseosa en latita o en botella simplemente porque soy la encargada de malcriarlo: daba exactamente igual.

- Me da lo mismo, tía. Lo único que no me gusta es cuando está vieja.
- ¿Qué querés decir con que está vieja?
- Que ya no tiene gas...

 Me fui riendo a la heladera y al acercarme a la botella se me ocurrió pensar que darle una latita no es cuestión de malcriar. El chico tiene razón, después de todo, y esgrimió sus argumentos con total naturalidad. Es perder la efervescencia lo que te hace vieja.

 ©A boca de jarro

domingo, 9 de marzo de 2014

Sombra que asombras



Esta semana recibí un mensaje a través del formulario de contacto que me tuvo conmovida e investigando todos estos días. Se trata de un miembro de mi propia familia que comparte mis mismas inquietudes y búsquedas sobre nuestras raíces, de quien tengo apenas un vago recuerdo, algo así como una especie de primo tercero, argentino de nacimiento, Pablo, el nieto de un hermano de mi abuela paterna, Emilio, a quien tampoco logro recordar con claridad. Me dice que sabe bien sobre los desencuentros inexplicables de nuestra familia oriunda de Vivero, y que él también viajó allí, trece años antes que yo, a indagar en aquellos lugares de los que él había escuchado hablar a nuestras tías abuelas tantas veces, para echar luz sobre esas distancias que se suelen dar en en el seno de tantas familias, pero que parece que se reconcilian cuando por fin se logra dar con esa raíz identitaria que sentimos desenterrar en un puño en el terruño, y que permite que nos entendamos un poco mejor a nosotros mismos.

Buscando información acerca de nuestro bisabuelo vino a parar al jarro, y se encontró con la entrada en la cual nombro a Juan Latorre Capón y rindo un homenaje a la poesía de Rosalía de Castro. Se confiesa un enamorado de esos poemas, ya que  como él mismo explica , siente que esa negra sombra está presente en nosotros también. Y me cuenta que este hombre fue el fundador de las bandas municipales de Vivero y Ribadeo, además de ejercer como maestro de escuela nocturna para los obreros y mineros que no tenían otra chance de educación en aquellos tiempos y de colaborar con la edificación del asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, donde fue a ser atendida durante sus últimos días una de sus hijas. Llegó a ser amigo de grandes personalidades de la época, como es el caso del afamado médico madrileño Gregorio Marañón, quien, según las fuentes, llegó a trascender como endocrinólogo, científico, historiador, escritor y pensador, un académico de cinco de las ocho Reales Academias de España.
Como ya sabía yo, este don Juan Latorre fue un hombre muy afable y apreciado por su exquisito trato con las personas, así como enemigo de todo tipo de violencia verbal y física para con su familia. Ese era su lado luminoso. Su sombra lo convirtió en un "Don Juan Tenorio". Parece ser que tuvo una hija de la que nadie en mi familia sabía a los 23 años, de cuya existencia Pablo se enteró hurgando en los registros electrónicos de la parroquia San Pedro de Lugo. Pablo sabe tan bien como yo que, antes de que naciera una de las hermanas menores de mi abuela, mi bisabuelo tuvo un romance con la cocinera familiar, cuyo fruto fue una hija. Mi bisabuela  quien al decir de Pablo, fue una  mujer difícil , estaba al tanto de todo, a punto tal, que tuvo intención de dejarlo. Esto finalmente le fue prohibido por su propia madre, dado que estamos hablando de una mujer que vivió en el 1900. Si bien la relación entre ellos se deterioró, mi bisabuela llevó luto luego del fallecimiento de su esposo hasta el día de su propia muerte en 1945, ya en la Argentina. Mi papá la recuerda como una abuela tierna y afectuosa, y aún guarda en su memoria el perfume de su piel cuando dormía la siesta en su cama.
Es apasionante ver como las piezas que Pablo me aporta van dando forma a una historia que me acerca aun más a todo lo que mi visita al pueblo me dejó. La versión original del poema "Negra Sombra" de Rosalía de Castro fue musicalizada por vez primera por un tal Juan Montes Capón, tío y tutor de nuestro bisabuelo Juan, y primo segundo de nuestra bisabuela. En su paso por Vivero, Pablo se acercó a una librería a comprar los escritos de Nicomedes Pastor Díaz, príncipe del Romanticismo español, y al dar con un tomo de su biografía, descubrió que había sido escrita por otro pariente nuestro, Enrique Chao Espina, escritor, pintor y nadador amateur en las aguas de la ría y del Landro, quien fue forzado por su familia a hacerse sacerdote, a pesar de estar perdidamente enamorado de mi propia abuela, que solía hablar de aquel pretendiente a quien desairó por mi abuelo Jesús. Una de las mujeres que atendió a Pablo en la librería del pueblo había sido la última alumna de música de nuestro bisabuelo Juan, y se avino a contestar todas sus preguntas al enterarse de su parentesco con aquel hombre que fue significativo en su vida.

Enrique Chao Espina y parte de su obra

Todo esto no hace más que confirmar que el trazado del árbol familiar es una tarea que despierta interés en muchos, ya que al descubrir esos secretos acerca de nuestros ancestros ganamos conocimiento sobre quienes somos en esencia y sobre el devenir de la historia personal de los frutos de nuestro árbol genealógico. Son hallazgos que nos conducen a la médula de nuestro ser esencial, y no hacen más que confirmar que la negra sombra que a todos nos envuelve guarda luz que siempre asombra en su inefable sustancia.

A boca de jarro

domingo, 29 de septiembre de 2013

Al Viveiro de mis abuelos paternos


 ©A boca de jarro: Fotografía e información familiar
Todos los derechos reservados


Si yo fuese diestra en el don de la poesía
escribiría galanes versos
para plasmar la hermosura
de ese Viveiro que añoraron
toda una vida desde mi rincón de América
cuando debieron abandonarlo
escapándole a la vergüenza
de la miseria de unas guerras
que jamás comprendieron ni perdonaron
Ustedes, Abuelos, a su ascendencia,
que es también la mía:
hoy lo siento más que nunca.

Toda la fina hidalguía
de esa Galicia de la que fueron dignos hijos,
la que cantaba y vibraba en tu dulce voz, Maruja,
hija de los montes y de las rías que desnudan los secretos
que hallaban refugio en el pecho de Jesús, que te amó a primera vista,
siendo un apuesto habanero, varón de mundo,
que se rindió con hombría ante el fulgor de tu verdura,
de tus curvas hispanas y de tus ojos color esmeralda,
con su historia de huida de una absurda guerra en el extranjero,
la he visto por fin reflejada es esas gruesas arenas
y en las mansas rías que menguan con la marea
en cada atardecer bajo las estrellas, cómplices de tu singular belleza.



En el Cementerio de Altamira
me encontré con lo que queda de mi ancestros en Viveiro: 
Don Juan Latorre Capón,
músico destacado del pueblo y hoy olvidada leyenda,
a quien aún recuerda algún viejo que entabla amable conversación
con su bisnieta para conducirla hasta su tumba en primera fila
sobre el monte, sin el blanqueado de las de su alrededor.
El padre que abandonó a su familia
para unirse a la cocinera Emilia
y ser fuente de tu vergüenza, Abuela, y el motivo de tu pueblerino pudor,
yace allí junto a tu hermana Paz, que fue a morir 
asistida por las Madres Concepcionistas,
siendo la única que regresó al terruño 
a entregar sus días sobre el suelo que a todos les dio la vida.




Si yo fuese poeta diestra, Maruja,
hoy te diría con más justicia cuánto te quiero,
cuán orgullosa estoy de ser tu nieta argentina,
cuánto te agradezco por haber dejado todo aquello,
para haberte hecho a la mar, huérfana de toda riqueza,
y darles así un porvenir de solvencia y dignidad a tus tres hijos,
habiendo perdido a tu primogénito en el camino 
en las garras de una cruel enfermedad,
una herida que llevaste como mejor supiste, 
aferrada a la Virgen de los Dolores, imagen negra,
que te acompañó a la luz de la felicidad 
y bajo el yugo oscuro del trabajo cotidiano
al quedarte sola, sin tu Landro, sin tu esposo, sin tus callejas 
y tus amadas playas de la infancia,
sin tus misas en Santa María, sin procesión, sin tu ventana de cara a tus rías,
sin tus Castelos, sin tu Monte San Roque y sin el sabor en tus labios de la sal del Cantábrico.





Allí te encontramos radiantes y extasiados ante tanta belleza
tus frutos argentinos, que cruzamos de nuevo el océano en busca del color de tus ojos,
del timbre singular de tu voz que cantaba a todos los Santos que con sencilla devoción venerabas.
Todo nos lo trajimos en tres piedritas de la cima del Monte San Roque, donde descansas tú, que eres polvo,
junto a las cenizas del hombre que me brindó la honradez y el honor de mi apellido, Paz,
la mejor herencia que me han sabido legar, y que vive en el presente momento
en el que escribo estos torpes versos sin el don de la poesía
pero con toda la intensidad del amor que me dio la vida;
una vida que no cesa de buscar algún sentido trascendental
que la haga seguir dando fruto a través de la adorada palabra,
de la mirada profunda sobre el misterio de la existencia
y de la humana hondura de las raíces que moldean su identidad.

Allí en Viveiro, Abuelos, ha quedado un pedazo de mi alma,
en la cima de sus montes, en el río que discurre a través de bosques densos
y azuladas praderías perfumaditas de pino y altaneros eucaliptos bajo el brillo de la luna.
Tú, Maruja, nos contabas entre lágrimas tus recuerdos de ese medieval pueblo
y de cómo ese hombre apuesto, a quien sólo amé a través de las historias
de mi padre, que lo lloró amargamente porque se lo llevó la muerte a deshora
sin que sus nietos pudieran conocerlo y amarlo como merecía,
un gallego decente y trabajador que jamás volvió a reclamar su riqueza
y vivió en la Argentina una digna pobreza que hacía brillar tu limpieza.
Yo no heredé el don de la cadencia musical del músico Don Juan,
ni tampoco el mérito de la poesía de Pastor Díaz:
sólo logro escribir pobres versos a ese Viveiro que quiero como parte orgullosa del árbol de mi familia.





A boca de jarro

miércoles, 19 de octubre de 2011

Soy vasija, soy jarro agrietado...

vasija 
Etimología: del Latín, vasicula, con el mismo significado, y ésta diminutivo de vas, "vaso" 
Sustantivo: femenino, singular.


Significado: Recipiente de barro u otro material usado para conservar líquidos y otros alimentos.
  • Sinónimos: ánfora, cántaro.

Fuente:  http://es.wiktionary.org/wiki/vasija

Mis sinónimos: jarro, jarrito.  (Material favorito: barro)


 


Cuentos de vasijas... cuentos que son espejo...

*"La vasija", tomado de:
http://www.laventanita.net/Noticia.asp?IdN=171 


Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica, de valor inestimable, por la que había pagado una fortuna en una subasta pública.

La vasija había sido utilizada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo:

- A ti mismo.

El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió:

- Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en el que lo guardas.




*Cuento tomado de "Nuestra Vida Emocional" Una mirada positiva, María Guadalupe Buttera y Dr. Ferderico Ré, páginas 61-62, San Pablo.

Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo, que llevaba sobre los hombros.

Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que, al final del camino, sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente.

La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pués se sabía idónea para los fines para los cuales había sido creada. 
En cambio, la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido.

Así que, al cabo de dos años, le dijo al aguador:

-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque, debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.

El aguador le contestó:

- Cuando regresemos a casa, quiero que notes la bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.

Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada, porque al final, sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.
El aguador le dijo entonces:

-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores.
Todos los días las has regado, y durante dos años, yo he podido recogerlas.  

Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no habría sido posible crear esa belleza.

             “Sólo si me siento valioso por ser como soy,
puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero."


                                                                                  Jorge Bucay


Al leer estos  cuentos de vasijas, me siento vasija, me siento jarro. Me identifico con la imagen de un jarro lleno de agua de donde  se puede tomar agua, y eso me colma, no me vacía. Tengo grietas, como todos, y por debajo de esas grietas que he ido asumiendo, aceptando, acariciando con el tiempo, se va formando un  espejo de agua donde logro ver claramente a los míos, a mí misma y a toda el alma de mi familia, que me sostiene. Somos un océano con mareas, oleaje, fluctuaciones, remolinos, tsunamis, y abismos, pero somos UNO.
En ciertos momentos siento que mis grietas dejan caer esas gotitas que sostienen, riegan y alimentan. A veces son agua pura, otras, un poco salada o agria: soy un jarro imperfecto, pero lleno, y con agua para dar y derramar. El bello poema de Gabriela Mistral"Creo en mi corazón", de la poetisa que, además de escribir poderosos poemas, le dió el nombre a la calle donde nací y viví mis primeros ocho años de vida con mis padres y abuelos maternos, me recordó una visión temprana: todo lo veía a través de unos ojos grandes y puros, no había defectos, todo era amor incondicional.
Al hacerme jarro, me inunda esa misma mirada de niña  amorosa, que todo lo perdona. Hoy mis ancestros se me hacen raíz. Y yo soy un jarrito con grietas que esparcen agua que riega ese sendero donde nacen las flores a la vera del camino, bajo el bello y portentoso árbol familiar, y como dice esta maravillosa escritora:


"Creo en mi corazón, siempre vertido,

            pero nunca vaciado."



A boca de jarro agrietado hoy...   


  

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