viernes, 28 de febrero de 2014

"Philomena": El poder del perdón

Protagonistas: Judi Dench como Philomena y Steve Coogan como Martin


"Philomena" es una película que ilustra el poder del perdón, basada en el libro escrito por el periodista y presentador mediático británico Martin Sixsmith The Lost Child of Philomena Lee, (El hijo perdido de Philomena Lee). Su director, Stephen Frears, se encarga de narrar el drama de una mujer irlandesa que, tras quedar embaraza siendo una adolescente, es enviada a vivir a un orfanato en Roscrea, Irlanda, regenteado por monjas Católicas. Allí da a luz a su hijo, Anthony, en un parto de nalgas traumático y desgarrador, sin la administración de ningún tipo de anestésico, asistida rudimentaria y cruelmente por las hermanas, que determinan que en adelante la chica sólo verá a su hijo una hora diaria, y durante el resto del día se dedicará a pagar por "el pecado cometido" en la lavandería del convento, mientras ellas, a cambio, se ocuparán de alimentar y cuidar de su hijo. Finalmente, como era costumbre del lugar, las monjas venden en adopción a Anthony a una pareja norteamericana, hecho que Philomena no logra superar nunca, y al cual se había visto forzada a aceptar firmando unos papeles que ceden sus derechos maternos sobre el niño de apenas tres años de edad. Lo único que se le otorga a escondidas es una fotografía del chico tomada por una monja piadosa durante su estadía en la guardería.

Cincuenta años más tarde, y habiéndole confesado a su hija que no pasa un día sin recordar a su perdido hijo varón, el destino cruza las vidas de Philomena y Martin, devenido en ex corresponsal extranjero de la BBC y antiguo director de comunicaciones del gobierno de Tony Blair, quien acaba de ser desairado como asesor por el partido Laborista. Sin demasiado interés en ahondar en una historia humanitaria, Martin hace uso de su tiempo libre e intenta combatir su depresión embarcándose en un viaje junto a Philomena que arranca en Irlanda, sin demasiada suerte, y culmina en los Estados Unidos, para indagar y eventualmente dar con el paradero de Anthony.

Allí se llega a desenterrar la verdad. Anthony había sido tomado en adoptación por el matrimonio Hess, quien lo rebautizó como Michael Hess, y luego de haber llegado a encumbrarse como figura política de la administración Reagan, muere de Sida en 1995.  Es allí donde también la madre logra reunir diversos testimonios de personas significativas del entorno de Anthony, tener acceso a imágenes de su vida, así como a descubrir que su hijo pidió como última voluntad ser enterrado en su tierra natal por el deseo de unirse a su madre, a quien había vuelto a buscar como adulto agonizante.

Es entonces cuando se destapa la mentira y el encubrimiento de información por parte de las monjas del convento, tanto para con la madre como para con su hijo. Philomena regresa a Roscrea a cerrar su periplo frente a la tumba de su hijo y a encontrar la paz que buscó a lo largo de sus días. En esta historia de viaje circular, Philomena es quien logra perdonar a quien le ha infligido un mal, mientras que la monja que había tomado las riendas del asunto no logra arrepentirse de lo que ha hecho. 

La historia pone sobre el tapete un tema candente y de actualidad, simplemente contraponiendo los hechos: el accionar de distintos actores de la Iglesia Católica. Por un lado, la doble moral de estas monjas y de las instituciones sociales de adopción, y, por el otro, la actitud de no juzgar y perdonar de una simple mujer de fe, víctima de la mentira y la maldad. Son precisamente cuestiones tan cruciales como esta las que está revisando la cabeza visible de la Iglesia por estos días. La actitud dogmática y fundamentalista de muchos enfrentada al ejercicio del verdadero Cristianismo, cuya premisa básica es el amor y la misericordia. Philomena alcanza eventualmente el liberador poder del perdón que le permite aceptar su historia y seguir adelante, habiendo logrado cerrar las heridas de un pasado lleno de interrogantes al cual ya no quedará anclada.

A sus ochenta años, la verdadera Philomena Lee llegó hasta el propio Papa Francisco acompañada de su hija y de Steve Coogan, coprotagonista, coguionista y productor de la película nominada a cuatro premios Oscar. El grupo viajó hasta Roma en representación del proyecto que la misma mujer fundó: The Philomena Project.  Se trata de una campaña que insta al gobierno irlandés a promulgar una ley que abra los archivos de adopción que a ella misma le fueron ocultados y que posibilite la reunión de aquellas madres a quienes se les arrancaron sus hijos a través de adopciones forzadas.

Es destacable la actuación de la inigualable Judi Dench, la dirección de Frears ("Dangerous Liaisons", "The Queen", entre otras), así como el guión, especialmente adaptado por Steeve Coogan y Jeff Pope a esta historia llena de reverberencias humanas y basada en hechos reales.

A boca de jarro

viernes, 21 de febrero de 2014

Sopor olímpico

Curling en Sochi
La busqué por todas partes esta semana. Me distraje un poco cuando me puse a revolver los placares de los chicos para hacerles probar los uniformes escolares. Resulta que, en apenas tres meses, toda la ropa les queda chica. Hubo que salir de compras para renovar toda la vestimenta que necesitan para el nuevo año escolar que se nos viene encima. Entre días nublados y chaparrones aislados, fuimos de aquí para allá, comprando los pantalones, las remeras, las camperas deportivas, los zapatos y las zapatillas que se probaron a desgano. Las madres nos apoyábamos sobre mostradores abarrotados, mientras los chicos hacían fila para meterse en los probadores, y  casi con temor, consultábamos los nuevos precios de toda la mercadería. 

Una mujer preguntó el valor de un pantalón de gabardina gris para su hijo varón. Cuando la vendedora se lo sopló bajito, la buena señora se llevó las manos a los ojos, se los cubrió, luego los abrió y se encontró con mi mirada, tan desconcertada y resignada como la suya. Estamos gastando más que el doble que hace un año en nada más que la indumentaria que los chicos necesitan para comenzar el año escolar, y ya nos entendemos con apenas una mirada de desolación, aunque todavía no hemos siquiera pasado por las librerías.


Así fueron pasando los días. Volvíamos a casa con hambre y cansados de tanto andar, un poco fastidiados por la humedad y los mosquitos, que no nos dan tregua por estos días. Me ponía a hacer las gratas tareas de la casa y la comida, y caía rendida sobre el sofá ya hacia el fin de la jornada. Encendía el televisor para distraerme un poco de tanta realidad, y me encontraba con las noticias de todos los días, que sin duda no ayudan en lo más mínimo a encontrar eso que andaba buscando desde el principio de la semana.


En los noticieros locales, además de las noticias de rutina y el pronóstico meteorológico, estuvieron pasando un bloque diario de imágenes de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, que se llevan a cabo en la ciudad rusa de Sochi. El favorito localmente parece ser una disciplina a la cual de deporte le veo bastante poco, aunque 
 según todos los expertos que salen a opinar por televisión , se trata de una actividad muy arraigada en lugares como Escocia, Canadá y los países nórdicos. Le llaman curling, y consiste en empilcharse de primera para deslizar una especie de pava pesada sobre el hielo, mientras otros dos participantes, que asisten al lanzador, barren la superficie sobre la cual se desliza la bola de veinte kilos para que llegue más lejos que las que arrojan sus competidores. Es como una versión del tejo que los jubilados juegan en las plazas, los clubes y las playas argentinas, siempre que pueden irse de vacaciones, y en musculosa y alpargatas.

Ver este tipo de actividad por televisión me producía un sopor olímpico tal que ya no pude lograr encontrar aquello que había empezado a buscar a principio de la semana. Dicen que el deporte favorito de los argentinos es la queja, y es muy posible que tengan razón, a pesar de que motivos no nos faltan. Finalmente, entendí por qué tantos rusos se han dedicado a visitar mi blog durante esta última semana. El curling debe aburrirlos tanto como le aburre a esta argentina quejosa que no logró encontrar la inspiración que estuvo buscando toda la semana para escribir otra entrada mas que esta. Esperemos que regrese pronto por el bien de todos.


A boca de jarro

jueves, 13 de febrero de 2014

En el umbral de la sombra

Banda Municipal 1904. Director Baldomero Latorre Capón


Es curioso como los sedimentos que deja un viaje se van reordenando como un juego de puzzle que es el que se fue a destino a tratar de terminar de armar, aún tiempo después del regreso. Cuando me fui a la tierra de mis abuelos paternos, esperaba encontrar algunas piezas que no estaban del todo bien colocadas en el entramado del mapa familiar. Había ciertas leyendas flotando que tenía que comprobar por mi misma para determinar de dónde vengo y quiénes fueron esos seres que me trasmitieron la vida, y que siempre creí que explican en gran parte quién soy. Me habían advertido que no iba a encontrar todo lo que buscaba, aunque lo que sí encontré justifica ampliamente el haber viajado. Pero intuyo que las piezas de algún modo nunca se van a terminar de acomodar. Siempre se está en el umbral de la esencia identitaria, siempre asoma la sombra de quien se podría haber sido y no se es, y es así como el viaje continúa.

Durante años pensé equivocadamente que la estatua de ese caballero en pleno casco histórico de Vivero era la de mi bisabuelo, Juan Latorre Capón, primer director de la Banda Municipal de esa ciudad y director de la Banda de Exploradores, cuyo fallecimiento quedó documentado en un recorte que conservo del Heraldo de Vivero del 25 de enero de 2002 réplica de una extenso obituario fechado el 5 de agosto de 1933 —,  dedicado a la muerte de este "Músico completísimo y maestro de varias generaciones, pues aunque no era de Vivero, llevaba unos 33 años dedicado en esta ciudad a la enseñanza, y rara era la casa en donde no haya discípulos del finado."


Plaza del Ayuntamiento de Vivero

Lo que encontré en su lugar fue un monumento al poeta, periodista y destacado político vivariense, importante exponente del Romanticismo y del movimiento denominado Rexurdimento, Nicomedes Pastor Díaz. Y lo que imaginaba ser la batuta de mi bisabuelo era en verdad la pluma de este excelso poeta gallego obsesionado por el amor, la muerte, la soledad y la belleza natural de su tierra natal y del mar. Al informarme sobre Pastor Díaz, llego a descubrir su influencia sobre otros poetas, como Gustavo Adolfo Bécquer, a quien sí conocía. Pero el mayor hallazgo al que me conduce la pluma de Pastor Díaz es a la honda belleza de la poesía de Rosalía de Castro, nacida en Santiago de Compostela en 1837, y considerada   a la par de Bécquer  como "la precursora de la Modernidad e iniciadora de una nueva métrica castellana".

Más allá de los escasos datos biográficos y los detalles íntimos de una vida,  me impactan dos poemas escritos por esta mujer. Y los comparto como corolario de una búsqueda identitaria en la cual seguiré hurgando en el umbral de la sombra.



"Meditación en el umbral"

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar a los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana, no es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Ingalterra
y soñar, con la Biblia de Dickinson, 
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo de que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciacia
ni Magadalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.



"Negra Sombra"

Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales, 
tornas haciéndome mofa.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras, 
y eres la estrella que brilla,
 y eres el viento que zumba.

Si cantan, eres tú que cantas, 
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y la aurora.

En todo estás y tú eres todo, 
para mi y en mi misma moras,
ni me abandonarás nunca
sombra que siempre me asombras.





Rosalía de Castro: Negra Sombra




A boca de jarro

viernes, 7 de febrero de 2014

Acompañar desde el silencio

Se habla demasiado. Hay demasiado ruido que se confunde con comunicación. La verdadera comunicación es estar presente con los sentidos atentos a cada gesto y cada detalle para saber escuchar el ruido del silencio cuando los justos reclamos no son escuchados y para prestar la oreja atenta ante la queja, ante el dolor, ante el sufrimiento y ante la muerte de nuestros semejantes.

Cuando acontecen sucesos como los de estos últimos días, abundan en los medios personas que salen a dar explicaciones técnicas y a mostrarnos la cara más espantosa y siniestra del dolor. Se intenta dilucidar por qué pasó lo que pasó, o cómo podría haber sido evitado, cuando el hecho es un hecho consumado, y por el momento queda acompañar desde el silencio a quienes han sido víctimas y a sus familiares.

Se podrían hacer mil lecturas. Podría decirse que el incendio es la metáfora más cabal del fuego que nos está consumiendo y que no hay voluntad de apagar.

Los bomberos voluntarios que han dado sus jóvenes vidas para apagar un incendio en pleno barrio de Barracas son un ejemplo de lo que muchos ciudadanos ignotos hacemos cada día: levantarnos temprano cada mañana, ponerle el cuerpo al día, venga lo que venga, continuar trabajando, aun frente a una sensación de absoluta precarización. Ellos la expusieron y la perdieron.

Fuego y lluvia que no terminó de aplacar las llamas, imágenes dantescas que perturban el sueño y nos hunden en la angustia y la desesperanza. Me uno en un abrazo solidario a todos aquellos que seguimos adelante sin más palabras que las que nos dicta el silencio.



A boca de jarro

sábado, 1 de febrero de 2014

Sábado es...

Madonna en los ochenta

Allá por la década de los ochenta, en mis intensos años de adolescencia bolichera, había un jingle de Coca Cola en los medios locales que decía así:

"Sábado es,
sábado es, 
ya la ciudad, 
vibra otra vez.
Vení a bailar, 
 te vas a divertir.
 Coca Cola le da
 más vida a tu vivir..."

Llegó febrero. Es justo y necesario dejar este oscuro enero atrás. Cortes de luz, olas de calor, maroma económica... Encima estuvimos pintando en casa, y me tocó limpiar como una descosida. Así es que hoy me zambullo en el túnel del tiempo y me voy a bailar, como hacía en aquellos sábados de los ochenta. ¡Quién pudiera volver el tiempo atrás, para no amargarse, para sólo pensar en que "Las chicas sólo quieren divertirse"! Increíble cómo todavía suena esa canción.

Me causa algo de sorpresa y mucha nostalgia que mis hijos me hagan subir el volumen de la radio cada vez que pasan una de aquellas canciones que me aprendí de memoria en los ochenta. Ahora, muchos adolescentes la van de "ochentosos", pero lo cierto es que los verdaderos sobrevivientes de los ochenta somos nosotros.

Por entonces, no andábamos con celulares, no nos comunicábamos por Facebook, ni WhatssApp, y cuando quedábamos para encontrarnos el sábado por la noche, era para salir, no para una sesión de Skype o un juego interactivo online. Toda nuestra vida rodaba en torno del baile del sábado por la noche en la disco, para lo cuál arreglábamos personalmente y con la debida anticipación. No había mensaje de texto que nos salvara si, a último momento, no nos dejaban ir al boliche.

Nos pasábamos la semana practicando las coreografías de Madonna para abrir la noche en la pista, como en aquellas películas que nos marcaron a fuego, "Flashdance" y "Footloose". Los mejores bailarines se subían a bailar sobre los parlantes, y cuando se largaba, echaban una capa de humo espesa que me dejaba medio ciega y olía al talco de mi abuela. Bajo la luz blanca se cruzaban las primeras miradas, ya que en aquel tiempo, los varones te sacaban a bailar. Las damas entrábamos gratis porque éramos el gancho para los caballeros. Nada de pogo en la pista, ni de bailar entre amigos. La más fea planchaba, y la linda, o la que sabía cómo disimular, ligaba. Justicia poética a rajatabla.

El momento más esperado de la noche eran los lentos. Se apagaban las luces, cambiaba el ritmo, se hacía un expectante silencio y corría una especie de aire fresco sobre la pista. Era el momento más esperado y temido. Si no pintaba el levante, sólo te quedaba la barra y un trago largo con  las chicas para digerir el bajón. 


Y para que nos fuéramos a casa todos contentos llegaba la tanda de lo que dimos en llamar "rock nacional": Serú Girán, Los Abuelos de la Nada, Soda Estéreo, Los Twist, Raúl Porchetto... Pensar que nuestro himno, allá por el 85,  era aquel tema de Miguel Mateos, en el que todas las voces se unían como en un coro de cancha:


"Pero venga lo que venga, para bien o mal,
tirá, tirá para arriba, tirá.
Si no ves la salida, no importa mi amor,
no importa. Vos tirá. "

Seguiremos tirando para arriba por no aflojar.




Cyndi Lauper - Girls Just Want To Have Fun


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